4.2.1.- Oficio de Tinieblas y 'carracada' en la Semana Santa de Ferreras
Nota: Este tema intenta satisfacer una petición del presidente de la Junta Vecinal de Ferreras, que tiene la iniciativa de recuperar la tradición del Oficio de Tinieblas, oficio religioso que se celebró en nuestro pueblo hasta 1960.
Los detalles de aquel rito han sido facilitados por distintos informantes, aunque ellos mismos reconocen su falta de memoria precisa sobre el asunto. Por tanto, ésta es solamente una primera versión del tema, que será corregida si recibimos alguna posterior ampliación o concreción de detalles.
La presentación en forma de relato pretende facilitar su lectura.
Aquel rapacín, que habitualmente era muy alegre, llevaba toda la tarde mostrando un gesto silencioso y el ceño fruncido.
Cuando llegó a casa, ya oscurecido, después de haber encerrado los corderines, que había ido a esperar al Camino de Sueros, se amurnió en un rincón junto a la lumbre. Allí fue dejando pasar el rato, mientras surrascaba el rescoldo, sin decir una sola palabra ni mirar a nadie, hasta que le mandaron sentarse a la mesa para cenar.
Cuando su madre vio que tampoco ponía arte a comer, decidió aclarar el motivo y le preguntó:
– ¿Qué te pasa, hum? ¿Por qué diantre andas tan aburrido?
El rapacín, tan avergonzado como triste, apenas pudo levantar la cabeza para responder en un susurro:
– Pásame que ya'stán tous los santos tapaos, y yo no tengo carraca para carraquiare.
Esto acontecía en Ferreras el Domingo de Pasión de uno de los primeros años de la década de 1950.
Ese día, por la tarde, algunos mozos y mozas del pueblo, provistos ellos de unas escaleras suficientemente largas como para alcanzar lo alto del retablo de la iglesia, habían tapado con velos morados todas las imágenes de los santos: San Juan, San Roque, San Antonio, Santa Rita, Santa Bárbara, Santa Lucía, El Ángel de la Guarda, San Isidro, San José, La Inmaculada, El Corazón de Jesús, La Virgen, y El Niño Jesús. El signo de “velar los santos” quería escenificar la renuncia a toda conmemoración o devoción festiva, para que los fieles concentraran su atención en la inmensidad del dolor de la Pasión del Redentor, que, por haber cargado con las culpas de todos, iba a ser sometido a un castigo infinito, su muerte en la cruz.
La Semana de Pasión, anterior al Domingo de Ramos, marcaba el fin de la Cuaresma y el inicio de la Semana Santa.
Todas las personas del pueblo se iban a ver fuertemente implicadas en las innumerables actividades religiosas, que dirigía de forma puntual don Pedro, el cura párroco de Ferreras y Morriondo. En aquellos días coincidían actos religiosos y ceremonias sin fin: la Misa, a primera hora de la mañana; el Calvario, a primera hora de la tarde; la Doctrina para los niños de primera comunión, justo después de salir de la escuela; el Rosario, al atardecer; y, después del rosario, la lección de doctrina para toda la gente del pueblo, que incluía un repaso diario del catecismo, mediante preguntas individualizadas que el cura formulaba a cada uno de los asistentes delante de todos los demás. (Allí le preguntó don Pedro, un día de aquellos, a un hombre mayor: "¿Dónde está Dios?". Y aquel hombre, después de pensarlo durante un momento, señaló con su dedo índice hacia el Sagrario, y le contestó: "Ahí, don Pedro"). Este repaso de la doctrina tenía la finalidad de preparar a los mayores para “cumplir por pascua florida”, cumplimiento que requería la confesión y comunión, preceptivas según los “Mandamientos de la Santa Madre Iglesia”.
Todo ello era aderezado adicionalmente con los correspondientes ayunos y abstinencias.
A partir del Domingo de Pasión todos los niños y algunos de los que ya habían alcanzado recientemente la categoría de mozos, rapacines y rapazacos todos ellos, iban localizando o reclamando a sus padres sus carracas y matracas, que habrían pasado el año escondidas en algún desván, fuera de su alcance. Ya comenzaban a pensar en su participación en los “oficios de tinieblas” que se celebraban las noches de Miércoles Santo, Jueves Santo y Viernes Santo.
Después de escuchar la queja del niño, su madre, que igual que todas la madres y esposas de nuestro pueblo, llevaba control puntual de todas aquellas actividades religiosas y participaba activamente en las mismas, lanzó por encima de la mesa varias miradas incitantes a su marido hasta que éste tomó la iniciativa para dirigirse al rapaz:
- No te preocupes, home, que ya arreglaremos eso d’alguna manera. Si no, ya te dejará'l tu hermano tocar la su carraca un ratín cada día durante la carracada.
- D’eso nada! – replicó el hermano mayor desde el otro lado de la mesa – La mi carraca tócola yo, que me la compró'l mi padrino hace dos años por dir a daye los manojos durante'l acarreo. Si ye la dejo tocar al mi hermano, no la toco yo, que la carracada dura muy poco y no cuaya nada.
Efectivamente, todos aquellos ritos y ceremonias de antaño, y más concretamente el Oficio de Tinieblas, lleno de simbolismos, pretendían escenificar el dolor por la pasión de Jesús, que fue perseguido por todas las instituciones públicas y religiosas de su pueblo (Israel); abandonado, negado o traicionado por todos sus discípulos y amigos; torturado y escarnecido por los enemigos (romanos); y ejecutado en una cruz, al fin, en medio del “abandono” hasta de su propio Padre.
El Oficio de Tinieblas representaba el dolor y la angustia del Redentor, Cordero Expiatorio de los pecados, mediante las salmodias y preces. El tono de aquellos rezos (profecías de la pasión, lamentaciones de Jeremías, el Miserere, etc) era extremadamente doloroso, tanto en las antífonas como en los responsorios o salmos, entre los que incluía los más tristes del repertorio, despojándolos de aquellas partes que los pudieran dulcificar, como el “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”.
En los oficios de tinieblas brillaba además de forma notoria otro símbolo, “el tenebrario”, representación del abandono y de la soledad de Jesús, el Hombre. El tenebrario era un candelabro para quince velas que irían siendo apagadas, de una en una, después de cada rezo o lectura, rememorando la soledad final del Redentor en el momento de su agonía, causada por la traición, la negación y el abandono de todos sus discípulos y amigos.
La única nota alegre, o menos sombría al menos, durante aquellos oficios, podía ser propiciada por la intranquilidad de algún niño que no aguantara a controlar su impaciencia e hiciera sonar, a destiempo y sin querer, algún repiqueteo de su carraca.
Así progresaba el Oficio: tras cada rezo, era apagada una vela.
Cuando ya sólo quedaba en el tenebrario una vela encendida, último resto de luz en la oscuridad de la noche, llegaba el momento de entonar el Salmo 51, precisamente el Miserere, el salmo penitencial que culmina la expresión del dolor y el arrepentimiento y que, por su uso habitual en los cultos de difuntos, terminaba añadiendo el sentimiento de duelo al dolor de contrición. Terminado éste, no se apagaba la última vela, sino que se la ocultada detrás del altar o en algún otro lugar, como un tesoro de luz y fuego.
Nuestros informantes no dan cuenta de que en las tinieblas de Ferreras se utilizara ningún candelabro, a modo de tenebrario, aunque sí recuerdan que todas las velas y luces de la iglesia iban siendo apagadas y que, al final, se cerraban también las puertas y ventanas. Y dicen que, tras el miserere y el apagón final de las luces, don Pedro se dirigía a la parte posterior de la iglesia, debajo del coro, junto al bautisterio, llevando en una palmatoria la última vela encendida. Allí daba una fuerte palmada o un golpe con el breviario para desencadenar la carracada. Todos los niños y mozos iniciaban el toque de las carracas y matracas con la mayor potencia posible. Dicen que también había hombres que golpeaban con manotazos las puertas y paredes, tratando de “atronar a todo el mundo”. Tal estruendo en la oscuridad pretendía recordar el terremoto, el rasgado del velo del templo, y las tinieblas del eclipse, que sucedieron a la expiración de Cristo en la cruz.
– Así no resolvemos nada. Además este niño es muy mandao y tiene muy bien ganada la carraca. ¡Mira a ver cómo se la consigues y, si no puedes, cómprale una!
Al padre no le quedó más remedio que asentir:
– Que sí, mujer, que tienes razón. Qu’es muy buen rapá. Seylo yo bien, que m’ayuda mucho en todas las yeras. Y no t'apures, que como tengo que dir a la sierra a tronzar un roldo negrillo p’hacer un banco de sangrar los gochos y pa sacar unas piezas p’arreglar algunos atropos de los aperios, voy a traer también las piezas que necesite y le voy a hacer una carraca de bandera, un carracón que va a atronar.
Había en Ferreras carraquinas, carracas y carracones, matracas y matracones. Las más famosas eran la matraca de Suárez -"La Matracona" le llamábamos los niños- y un par de carraconas que tenían una bandera de más de medio metro cuadrado y siete u ocho lengüetas, pero no hemos averiguado todavía de quiénes eran.
– Home, - dijo la madre enseguida- tampoco hace falta qu'atruene tanto, qu’este niño es ontavía muy pequeño. Mejor será que y’hagas una de la su medida.
– Ah, bueno. – Asintió el padre. Y, luego, mirando al rapacín, le preguntó: - ¿ Y tú, cómo la quieres al cabo, grande o pequeña? ¿O quieres una matraquina?
– ¡Home, mira! – Dijo el padre. – Ya l'habías pensao entera, ¿eh? ¡Ya sólo nos falta hacela! Pues nada, ya l'haremos tú y yo estos días. Pero ya te quiero ver lo listo que vas a'ndar esti-año echando l’agua a los praos, atropando p’al ganao y guardando las vacas.
Don Pedro solía alargar la carracada bastante tiempo, lo suficiente para que todos los tañedores fueran agotando sus energías y, sólo cuando ya disminuía el estruendo de una forma definitiva por el cansancio de aquellos, le ponía fin con una nueva palmada.
Finalmente eran encendidas las luces y abiertas las puertas de la iglesia y los rapacines y rapazacos regresaban a sus casas con las carracas al hombro, ahora silenciosas, pero intercambiando entre ellos muchos comentarios de satisfacción por el compromiso superado.
El Oficio de Tinieblas podía ser repetido el Jueves Santo y el Viernes Santo. Y todavía intervendrían las carracas y sus tañedores en otro cometido: desde el Gloria de la Misa del Jueves Santo hasta el Gloria de la Vigilia de Pascua las campanas eran silenciadas y, en su lugar, eran utilizadas las carracas para convocar a los fieles a las distintas ceremonias religiosas. Como quiera que su sonido no alcanzaba la misma amplitud que el de las campanas, eran varios niños los que recorrían las calles del pueblo haciendo sonar sus carracas antes de cada una de las ceremonias.
– Oy, tú, - intervino la madre, todavía insatisfecha – No exageres tampoco los encargos de faenas p’al rapacín, qu’este niño tien que dedicas'a'studiar, a ver si es posible que no tenga que ganas’el pan estripando terrones como nosotros. Amás, amás… esti año tien qu’hacer la primera comunión. Así que tenlo bien en cuenta.
– Bueno, mujer, - se excusó el padre – que sólo es p’animalo, pa qu’ayude una miajina, na más.
– Pues, mira, - replicó ella -, si precisas ayuda, ya tienes la mía, que yo válgome bien p’ayudate. Onde no m’alleguen las fuerzas, pondréy las mañas.
– Que sí…- Contestó él- ¡Que ya lo sey yo! ¿No ves que tú y yo'mpecemos a hablarnos una ve que t’echey una mano pa’nsubiar el carro, un día que t’había dejao sola tou padre acubriendo un quiñón de pan en Los Chanos, cuando la sementera? Ya sey yo que tú puedes con todo, mujier.
– Pues eso! Y otra cosa más: -remató ella – Vey pensando'n hacer modo y manera pa recorda'el catecismo antes de que te lo pregunte don Pedro en la iglesia. Y'hazte cuenta que, luego, tienes que dir a confesate y cumplir por pascua… ¡Por la cuenta que te trae!
Finalizada la Semana Santa, el domingo o lunes de Pascua a más tardar, los padres habían de retirar las carracas y matracas, por dos motivos coincidentes: asegurar que seguirían enteras para el año siguiente y poner fin al alboroto que propiciaban.
¡Niño, no nos des más la matraca con la carraca, que nos tienes ya la cabeza loca!
CARTEL-CONVOCATORIA
Oficio de Tinieblas
Con carracas y matracas
En Ferreras de Cepeda
A las 22,00 hh (10 de la noche).
1 de Abril de 2015 (Miércoles Santo)
El Párroco y la Junta Vecinal convocan a fieles-vecinos de Ferreras a participar en la recuperación de este rito religioso, dedicado a recordar los efectos redentores de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Se requiere la colaboración, junto al Párroco (D. Ramiro), de los fieles-vecinos en las siguientes formas:
• Presentador/Maestro de ceremonias. Contará el argumento del Oficio y presentará a cada lector y el tema de cada lectura.
•14 Lectores, con preferencia por niños y jóvenes. Cada uno leerá un pasaje de las Sagradas Escrituras y apagará una vela. Los menores podrán ser acompañados por sus padres, abuelos o padrinos.
• Monaguillo. Asistirá al Párroco, controlará las luces y otros medios y dirigirá a los tañedores de carracas y matracas.
• 15 velas.
• Carracas o matracas. Tantas como se pueda conseguir para que sean tañidas por niñas, niños, jóvenes y mayores.
• El Sacerdote. Representará a Jesús. Asegurará el perdón para todos los que sientan el arrepentimiento de sus pecados, tengan el propósito de enmienda y cumplan los preceptos de la penitencia.
Ensayo:
A las 19,00 horas (7 de la tarde) del 1 de Abril (Miércoles Santo). Deberán asistir todos los que quieran participar como lectores.
Oficio de Tinieblas
Programa-guión para una liturgia de la palabra,
dedicada a recordar los efectos redentores
de la Pasión y muerte de Jesucristo.
Miércoles Santo, 1 de Abril de 2015, a las 22 horas,
en Ferreras de Cepeda (León).
Objetivos de este Oficio de Tinieblas:
- Incentivar la asistencia de los fieles, con preferencia por los niños y los jóvenes, a un oficio religioso de sabor tradicional, recordado por muchos de los que eran niños o jóvenes de nuestro pueblo hace 50 años o más.
- Adoctrinar a niños y jóvenes, que tienen cada vez menos contacto con la cultura evangélica y la Historia Sagrada, prestando especial atención a la pasión y muerte de Jesús en su doble faceta de Hombre y Dios Redentor.
- Asegurar la participación y la atención de los fieles, mediante la elección de unas lecturas con un argumento comprensible, que mantengan el interés, breves y leídas por el mayor número posible de lectores.
Actuantes:
- Narrador (Roberto): Actuará como maestro de ceremonias, presentando a los lectores y los temas de las lecturas. Irá contando la historia argumental.
- Lectores: Para 14 lecturas. Tendrán preferencia los niños y jóvenes. Los más pequeños podrán ser acompañados de sus padres, abuelos o padrinos, por si les falta confianza.
- El Sacerdote (Don Ramiro): Representa a Jesús. Asegurará el perdón para todos los que sientan el arrepentimiento de sus pecados, tengan propósito de enmienda y cumplan los preceptos de la penitencia.
Símbolos:
- 15 velas (11 + 3 + 1). Representan a los 11 apóstoles, sin Judas Iscariote, las 3 Marías y Jesús. Todas serán encendidas al comienzo del Oficio. Irán siendo apagadas, una después de cada lectura, excepto la última, que será retirada después de la lectura 15ª y ocultada durante "la carracada”. Las 14 velas que serán apagadas representan a los discípulos, amigos y fieles de Jesús, que lo abandonaron a su suerte en el momento de su detención, suplicio y muerte. A falta de “tenebrario”, se colocarán las 15 velas sobre el altar, una vez replegado el mantel.
- Las tinieblas u oscuridad simbolizarán la pena de los hombres y el eclipse que siguió a la expiración de Jesús en la cruz.
- La carracada simbolizará el estruendo del terremoto que rasgó el velo del templo, tras la agonía de Jesús en la cruz. Este acto será el incentivo para conseguir una mayor participación.
- Después de la carracada, será rescatada la vela 15ª para encender otras velas, simbolizando la vuelta de la luz y la alegría al género humano, gracias a la redención y el perdón de los pecados.
Guión:
Narrador: Presentación: Todas las divinidades de las distintas religiones o mitologías en la historia de la humanidad – sirios, egipcios, griegos, romanos…- utilizaron siempre a los humanos como juguetes para satisfacer sus propios caprichos.
Por el contrario, Jesucristo, siendo Hijo de Dios, adoptó la condición humana, con sus limitaciones y sufrimientos, para llevar a cabo su tarea redentora. Asumió la responsabilidad de los hombres, para redimirla mediante un sacrificio de nivel superior a los pecados.
Altar con 15 velas y carracas al pie. |
Narrador: La primera lectura, a cargo de Miguel Angel, es un resumen de los capítulos 1, 2 y 3 del Libro del Génesis. Nos cuenta La Creación; el pecado original, cometido por Adán y Eva; y la primera promesa de la redención.
Lector 1:
Al principio creó Dios los cielos y la tierra. Luego creó la luz, los océanos y continentes, las plantas y los animales.
Y dijo Dios: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre cuantos animales se mueven sobre la tierra”. Y los hizo hombre y mujer.
Y plantó Dios un jardín en el Edén con toda clase de árboles, hermosos a la vista y que producían frutos sabrosos al paladar. También plantó en medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y les dio al hombre y a la mujer este mandato: “de todos los árboles del paraíso podréis comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comáis, porque el día que de él comiereis ciertamente moriréis”.
Pero el diablo, en forma de serpiente, tentó a la mujer, que comió del fruto prohibido y dio también de él a su marido, que también comió.
Entonces el hombre y la mujer se dieron cuenta de que habían pecado y se avergonzaron ante el Creador.
Dios los expulsó del paraíso y se vieron obligados a trabajar la tierra con el sudor de su frente para poder comer de sus frutos hasta el día de su muerte.
Y Dios dijo a la serpiente: “Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo, y Éste te aplastará la cabeza”.
El lector 1º apaga la primera vela.
Narrador: La segunda lectura, a cargo de Marina, refiere un hecho de la Historia Sagrada, el sacrificio de Isaac, que puede ser considerado anticipo del sacrificio del Hijo de Dios para salvar a los hombres. Este relato nos cuenta cómo Abraham, que a la edad de 100 años había tenido, por fin, el primer hijo de su esposa Sara, es probado por Dios.
Lector 2º:
Quiso Dios probar a Abraham y le dijo: “coge a tu hijo, Isaac, al que tanto amas, y ofrécemelo en sacrificio”.
Abraham se levantó, partió la leña para el holocausto, la cargó en el asno, tomó el fuego y el cuchillo, y se encaminó con su hijo Isaac hacia el lugar donde lo iba a sacrificar.
Por el camino preguntó Isaac a su padre: “padre, llevamos el fuego y la leña, pero ¿dónde está la res para el sacrificio?”.
Y Abraham le contestó: ”Hijo mío, Dios proveerá”.
Llegados al lugar elegido, Abraham alzó el altar, dispuso sobre él la leña, puso a su hijo sobre ella y cogió el cuchillo para degollarlo.
Pero la voz del Señor le gritó desde el cielo: “Detén tu brazo, Abraham, y no le hagas daño a tu hijo. Ya que estabas dispuesto a sacrificarme a tu único hijo, te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas del mar, y todos los pueblos de la tierra alabarán la gloria de tu descendencia por haberme obedecido”.
El lector 2º apaga la segunda vela
Narrador: La tercera lectura, a cargo de Luis, nos va a resumir la historia de José, hijo de Jacob. Es otro relato del Génesis, capítulo 37, que anticipa el comportamiento indulgente de Jesús para con los hombres.
Lector 3º:
Jacob tuvo 12 hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín.
Amaba a todos ellos, pero sentía un afecto especial por José y Benjamín, que nacieron cuando él era ya muy viejo. Los otros hermanos sintieron celos por ello. Además José les contó un par de sueños que tuvo, en los que se daba a entender que sus hermanos serían sometidos a él.
Un día en que los hermanos pastoreaban los rebaños lejos de casa, vieron de lejos venir a José y acordaron venderlo a unos mercaderes para que lo llevaran a tierras lejanas. Para no ser castigados por su padre, desgarraron la túnica de José, la mancharon con sangre de un cabrito, y le dieron a entender que habría sido devorado por alguna fiera.
José fue vendido en Egipto, como esclavo; pero poco tiempo después, gracias a la protección divina, se hizo muy rico y poderoso.
Cuando sobrevino una gran hambruna de siete años en toda la tierra, sus hermanos tuvieron que acudir a Egipto para comprar alimentos y fueron a pedírselos a él, sin haberlo reconocido. Pero él sí los reconoció y, después de probarlos para asegurarse que en este asunto obraban honradamente, los perdonó y los acogió con gran generosidad.
El lector 3º apaga la tercera vela.
Narrador: La cuarta lectura, a cargo de Manuel, es del capítulo 20, versículos 9 a 17, del Evangelio según San Lucas, y nos propone para materia de reflexión la parábola de los viñadores desleales, otro ejemplo que anticipa la obra redentora.
Lector 4º:
Jesús propuso esta parábola:
Un hombre plantó una viña, construyó en ella una casa y un lagar, la arrendó a unos labradores, y partió para un lugar lejano. A su tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le pagasen su parte del fruto de la viña; pero los labradores lo golpearon y lo devolvieron con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo; mas ellos también lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste lo rechazaron, después de haberlo herido.
Entonces el amo de la viña pensó: “Enviaré a mi querido hijo. Quizás, cuando lo vean a él, le tendrán respeto”. Mas los viñadores se dijeron: “Éste es el heredero; matémoslo, para que la heredad sea nuestra”. Y lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
Preguntó Jesús: “¿Qué les hará el señor de la viña? ¿Vendrá y destruirá a estos labradores y dará su viña a otros?”.
Los que le escuchaban dijeron: “¡Dios nos libre!”
El lector 4º apaga la cuarta vela.
Narrador: La quinta lectura, a cargo de Rosalía, es del capítulo 11, versículos 47 a 53, del Evangelio según San Juan. Nos cuenta el complot para matar a Jesús, después de su entrada triunfal en Jerusalén, que hemos recordado el Domingo de Ramos.
Lector 5º:
Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el consejo y se preguntaron: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas cosas extraordinarias. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”.
Caifás, que era el sumo sacerdote, les preguntó: “¿No os parece que nos conviene que un hombre muera por todo el pueblo, para que no perezca la nación?”. Así profetizó que Jesús había de morir no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
Así, aquel día, acordaron matarlo.
El lector 5º apaga la quinta vela.
Narrador: La sexta lectura, a cargo de Sara, es del capítulo 12, versículos 1 a 8, del Evangelio según San Juan, y nos cuenta la unción de Jesús en Betania, como si fuera la preparación de su cuerpo para la sepultura.
Lector 6º:
Vino Jesús a Betania, a casa de Lázaro, a quien había resucitado de la muerte, y le hicieron allí una cena.
Entonces María, hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y toda la casa se llenó del olor del perfume.
Uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que le había de entregar, preguntó: “¿Por qué no fue vendido este perfume por trescientos denarios para darlos a los pobres?” Pero dijo esto, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era ladrón, y, como era el que guardaba la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
Entonces Jesús le contestó: “Déjala; ha hecho esto para preparar mi cuerpo para el día de mi sepultura. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis”.
El lector 6º apaga la sexta vela.
Narrador: La séptima lectura, a cargo de Nina, es del capítulo 12, versículos 23 a 36, del Evangelio según San Juan, y relata el momento en que Jesús anunció a sus discípulos su ejecución, ya inminente. Sirve de definición perfecta para concretar la simbología de este oficio de tinieblas.
Lector 7º:
Jesús dijo a sus seguidores: “Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”
Y añadió: “Ahora es el juicio de este mundo… Pero cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí”. Decía esto dando a entender de qué clase de muerte iba a morir.
Siguió diciendo: “Aún por un poco de tiempo está la luz entre vosotros. Avanzad mientras tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz”.
El lector 7º apaga la séptima vela.
Narrador: La octava lectura, a cargo de Charo, es del capítulo 22, versículos 2 a 6, del Evangelio según San Lucas, y nos resume la traición de Judas.
Lector 8º:
Los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matar a Jesús; pero no lo querían detener abiertamente, porque temían que la gente se volviera contra ellos.
Fue entonces Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno de los doce apóstoles, y habló con los principales sacerdotes y con los jefes de la guardia de cómo se lo entregaría.
Ellos se alegraron y convinieron en pagarle por aquel servicio treinta monedas de plata.
Él se comprometió y, desde entonces, buscaba una oportunidad para entregárselo.
El lector 8º apaga la octava vela.
Narrador: La novena lectura, a cargo de Cristina, es del capítulo 26, versículos 31 a 35, del Evangelio según San Mateo. En ella Jesús anuncia el abandono por sus discípulos en el momento de su pasión.
Lector 9º:
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque está escrito: “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño se dispersarán”. Pero, después que haya resucitado, os guiaré de nuevo”.
Respondiendo Pedro, le dijo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”.
Jesús le contestó: “De cierto te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces”.
Pedro replicó: “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
El lector 9º apaga la novena vela.
Narrador: La décima lectura, a cargo de Vanesa, es del capítulo 26, versículos 36 a 46, del Evangelio según San Mateo. Nos cuenta uno de los momentos de mayor angustia y soledad de Jesús ante la inminencia de su muerte.
Lector 10º:
Llegó Jesús con sus discípulos a un lugar que se llama Getsemaní, y les dijo: “Sentaos aquí, mientras yo me aparto para rezar”. Y, llevando consigo a Pedro, Santiago y Juan, se puso muy triste, y sintió una gran angustia, y les dijo: “Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo”.
Alejándose un poco más, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres”.
Vino luego a donde estaban sus discípulos y los halló dormidos, y les dijo: “¿Así que no habéis podido velar conmigo durante una hora? Velad y orad, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”.
Otra vez se alejó y oró por segunda vez, diciendo: “Padre mío, si no puede pasar de mí este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”.
Volvió de nuevo y los halló dormidos. Y se volvió a alejar y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Más tarde regresó y les dijo: “Dormid ya y descansad. Ya ha llegado la hora y el Hijo del Hombre va a ser entregado. Vamos, levantaos; ved que se acerca el que me va a entregar”.
El lector 10º apaga la décima vela.
Narrador: La undécima lectura, a cargo de Victorina, es del capítulo 26, versículos 47 a 56, del Evangelio según San Mateo. En ella se cuenta la detención de Jesús.
Lector 11º:
Mientras todavía hablaba Jesús, llegó Judas y con él mucha gente con espadas y palos. El que le iba a entregar les había dado una señal diciendo: “Aquel al que yo bese, ese es; detenedlo”.
Enseguida se acercó a Jesús y dijo: “¡Salve, Maestro!” Y le dio un beso.
Jesús le preguntó: “Amigo, ¿a qué vienes?”.
Los que iban con Judas echaron mano a Jesús y le prendieron.
Y Él les dijo a los que lo detenían: “¿Habéis salido con espadas y con palos para prenderme como si fuera un ladrón? Cada día me sentaba entre vosotros y no me prendisteis. Pero todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras de los profetas”.
En aquel momento todos los discípulos lo dejaron solo y huyeron.
El lector 11º apaga la undécima vela.
Narrador: La duodécima lectura, a cargo de Jaime, es del capítulo 26, versículos 69 a 75, del Evangelio según San Mateo y cuenta la negación de Pedro.
Lector 12º:
Cuando estaban interrogando a Jesús en el Sanedrín, Pedro estaba sentado fuera, en el patio, y se le acercó una criada, diciendo: “Tú también estabas con Jesús, el galileo”. Mas él lo negó delante de todos, diciendo: “No sé lo que dices”.
Saliendo Pedro a la puerta, lo vio otra que dijo a los que estaban allí: “Éste también estaba con Jesús, El Nazareno”. Pero él negó otra vez jurando: “¡No conozco a ese hombre!”.
Un poco después, los que estaban allí dijeron a Pedro: “Verdaderamente también tú eres uno de ellos, pues se nota por tu forma de hablar”. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: “¡No conozco a ese hombre!”.
En aquel momento cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: “Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces”; y, saliendo fuera, lloró amargamente.
El lector 12º apaga la duodécima vela.
Narrador: La decimotercera lectura, a cargo de Herminio, es del capítulo 15, versículos 22 a 40, del Evangelio según San Marcos y nos resume la crucifixión y muerte de Jesús, como precio por el perdón de nuestros pecados y de nuestra redención.
Lector 13º:
Llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota. Le ofrecieron para beber vino mezclado con mirra, que alivia los dolores; pero él no lo tomó.
A la hora tercia lo crucificaron junto con dos bandidos, y se cumplió la Escritura que dice: “fue contado entre los malhechores”.
Los que pasaban por allí lo insultaban. También los principales sacerdotes y escribas decían, para hacer burla de el: “A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. ¡El Mesías!, ¡el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz para que creamos en él”.
A la hora sexta se cubrió de tinieblas toda la tierra.
A la hora nona Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y expiró. Entonces el velo del templó se rajó en dos de arriba abajo.
El lector 13º apaga la decimotercia vela.
Narrador: La decimocuarta lectura, a cargo de Leticia, es del capítulo 15, versículos 11 a 24, del Evangelio según San Lucas y nos resume la parábola del hijo pródigo para reforzar nuestra confianza en el perdón de los pecados, mostrando el gozo de Dios por un pecador que se arrepiente.
Lector 14º:
Jesús propuso esta parábola: Un hombre tenía dos hijos. El menor le pidió su parte de la herencia, se fue lejos de casa y la malgastó. Cuando no le quedaba nada para comer ni vestirse ni calzarse, sobrevino una gran hambre en aquella tierra, y él tuvo que trabajar como pastor de cerdos; y era tan grande el hambre que pasaba que le apetecía comer las algarrobas que comían los cerdos, pero no se lo permitían.
Entonces pensó: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí me muero de hambre! Volveré junto a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo; pero admíteme como uno de tus jornaleros”. Y así lo hizo.
Cuando su padre lo vio venir, todavía de lejos, se compadeció de él, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad el mejor vestido, y vestidlo; ponedle un anillo en su mano y calzado en sus pies; y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta porque este hijo mío había muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado”.
El lector 14º apaga la decimocuarta vela.
Narrador: La decimoquinta lectura, a cargo de Don Ramiro, es del capítulo 6, versículos 9 a 14, del Evangelio según San Mateo y contiene la oración que Jesús nos propuso para rezar.
Oficiante:
Dijo Jesús: así habéis de rezar:
“Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal”.
El Oficiante retira la decimoquinta vela para ocultarla en el seno de la pila bautismal y se apagan todas las luces de la iglesia.
El Oficiante da, mediante una palmada, la señal de inicio para la carracada.
Terminada la carracada, el oficiante expone de nuevo la decimoquinta vela, con la que se puede encender de nuevo todas las demás. También se encienden las luces de la Iglesia.
FIN DEL OFICIO DE TINIEBLAS
Carracas utilizadas en el Oficio de Tinieblas de 2015 en Ferreras
Aspecto del altar con las 15 velas, algunas carracas y una matraca
Tres carraquinas de niños
La vieja carraca de El Rubio
Dos viejas carracas de Germán y de El Rubio
Carracona, matracona y carraca, nuevas, hechas por David
Carracas nuevas, hechas por Rubén
Carraca nueva, hecha por Herminio
Conjunto de las carracas